A pesar de que en un estudio del Ayuntamiento de Madrid del 2013, los jóvenes consideraban que la prostitución es un ejercicio de la libertad sexual, nada se aleja más de la realidad. Es verdad que uno de los intentos de cierto tipo de educación sexual es banalizar la sexualidad o más concretamente las relaciones sexuales. Si bien es cierto que no se debe separar la sexualidad de otras áreas fisiológicas de la naturaleza humana, tampoco debemos olvidar que la sexualidad engloba elementos físicos y psíquicos y una buena sexualidad supone un equilibrio entre ambos.
Se ha popularizado en los países desarrollados la prostitución de universitari@s como método de recabar dinero para financiar sus estudios. Las cifras que muchos de ellos barajan son imbatibles frente a los sueldos de cualquier trabajo actual. ¿Pero realmente merece la pena?. Cuando muchos de ellos entran en la prostitución piensan que con su nivel cultural podrán optar por una clientela más selecta, pero esto es como cualquier negocio, sólo unos pocos realmente escogerán a sus clientes. Según el libro “El putero español” de la catedrática Águeda Gómez Suárez, existe una heterogenicidad del usuario de la prostitución: su edad abarca de los 17 a los 80 años y puede ser de cualquier estrato social, de cualquier nivel cultural o económico y las motivaciones son también variadas, no hay un perfil dominante. La publicación de ciertos libros o documentales en los que una escort o un gigoló vive a cuerpo de rey puede obnubilar a algunos estudiantes que ven una salida a sus problemas económicos en esta actividad.
Un negocio o trabajo en el que tu propio cuerpo es el objeto a “vender” cambia mucho con respecto a las consecuencias personales que supone. Algunos de est@s chic@s aducen que en otros trabajos también te explotan física o mentalmente, pero que en este caso ell@s van a poder evitarlo por que pueden elegir con quien o como o cuanto. Desgraciadamente la espiral en la que se ven envueltos un número no despreciable de ell@s (ingresos-gastos), les cierra cada vez más las posibilidades de salir de esta situación o la capacidad de decisión. Las secuelas de las personas que han ejercido la prostitución incluyen, en el aspecto psicológico, ansiedad, angustia, miedos, fobias, frustración o inseguridad en mayor medida que quien no ha ejercido esta actividad. Desde el punto de vista físico y aun manteniendo las medidas de seguridad en ITS, no cabe duda que la promiscuidad es un factor de riesgo exponencial para la adquisición de las mismas y sus efectos no sólo son inmediatos sino a largo plazo. Alejados de cualquier aspecto moralista, desde aquí seguimos abogando por una adecuada educación sexual que permita a los jóvenes reconocer los aspectos positivos y negativos de los sexualidad humana, que permita canalizar de una manera sana sus beneficios y evite sus efectos dañinos, que también existen. Puedes escuchar mi participación en el programa de Es Sexo en el siguiente enlace (a partir de 1h01´)