Las marchas comúnmente conocidas como del orgullo gay cofunden mucho a quien tan sólo se fie de su nombre. Estas manifestaciones conmemoran los disturbios que se produjeron en 1969 en New York tras una redada en el pub de ambiente gay llamado Stonewall Inn. La realidad es que se luchaba en las décadas de los 50 y 60 por la normalización de los derechos de los gay y lesbianas.
Hoy en día el día del orgullo es algo más amplio, ya no se utiliza gay se extiende al colectivo LGTB. También habría que cambiar o al menos entender que la palabra orgullo no hace referencia a superioridad sino a normalización. Dentro de los colectivos LGTB hay quienes no están de acuerdo en establecer esta manera de reivindicar los derechos de las personas atendiendo sólo a la orientación sexual y haciendo demasiado hincapié en unos determinados estereotipos en lugar de valorar más la libertad personal.
Esta situación llevada al extremo es el nacionalismo queer, movimiento basado en la idea de que los homosexuales son un pueblo con cultura y costumbres específicas y que como no llegan a establecerse esas condiciones de igualdad con las personas heterosexuales deciden apartarse, intentar formar países o territorios independientes e incluso utilizar frases como “odio a los heteros”.
Aunque siempre se ha culpabilizado a la tradición juedeocristiana de la mala prensa de todo lo que tenga que ver con el sexo, en el caso de la homosexualidad encontramos quizá un razonamiento dentro del campo laico y más concretamente dentro del marco universitario-científico.
Así, en la segunda mitad del siglo XIX se extiende la idea de la heterosexualidad como hecho de normalidad, o lo que es lo mismo todo lo que no es heterosexualidad es anormal. El principal exponente de esta idea a la que se unió la comunidad científica y por ende la sociedad, fue Richard von Krafft-Ebing. Este psiquiatra vienés escribió la obra titulada Psycopathia Sexualis de las cuales se realizaron ocho ediciones en diez años. Fue ampliamente aceptada como fuente de referencia por las escuelas francesas de medicina legal y forense para la valoración y estudio de las desviaciones sexuales.
Krafft-Ebing utiliza el sistema aristotélico de oposiciones: intelecto(instinto, civilización/barbarie, hombre/mujer, etc. Indica que las etapas históricas de decadencia moral llevan a las masas populares al vicio, los excesos y el libertinaje y destruyen las bases de la sociedad: la moralidad y la pureza de la vida familiar. Propugna que el objeto del deseo sexual es la procreación por lo que cualquier otra actitud que se separe de este fin es una perversión que hay que tratar. Llevado al extremo indica que la violación es un acto aberrante, pero no una perversión, ya que podría darse un embarazo. Etiquetó una serie de actitudes sexuales: sadismo, masoquismo, fetichismo, exhibicionismo, bestialidad, ninfomanía, flagelación, homosexualidad. Amor lesbiano, necrofilia, incesto, de las cuales hoy en día unas permanecen como patológicas y otras se han normalizado.
Considera que la mujer normal es carente de deseo, pasiva y femenina,en el varón normal prevalece el deseo sexual de posesión de la mujer sobre cualquier otra consideración vital y social. Los anormales son la mujer que busca placeres sexuales y el varón que huye de la mujer. Es problema por tanto la homosexualidad masculina pero no el lesbianismo sino la mujer activa sexualmente.
Toda la idea de heterosexualidad en Krafft-Ebing va encaminada a ensalzar y poner en valor la familia como organización clave de la vida de las personas. La mujer no puede desde un punto de vista sexual cumplir con los intereses sociales y morales más que siendo esposa. Como amante, el hombre no atiende en primer lugar más que a la mujer como hembra, y sólo en segundo lugar ama a la madre de sus hijos. En la mujer es lo contrario. Ante el amor maternal, la sensualidad se eclipsa. La mujer accede a las relaciones con su esposo por afecto más que por satisfacción.
En resumen podemos decir que la situación ha seguido como en muchos otros temas un movimiento de péndulo entre los dos extremos, la amplitud de arco pendular debe ir acortándose para encontrar ese punto medio que nos permita dar carta de normalidad a cualquier situación sexual que sea elegida libremente y que no invada los derechos de menores o personas vulnerables.
Puedes escuchar mi participación en el programa Es Sexo en el siguiente enlace a parir de 1h 9 minutos.